El hecho de que varias clínicas estén siendo investigadas por la práctica de abortos ilegales reabre el debate sobre el tema.
En la actualidad, la Ley contempla tres únicos casos bajo los cuales una mujer puede interrumpir voluntariamente el embarazo, que son violación, malformaciones para el feto, o daños psicológicos para la madre. Los dos primeros no tienen vuelta de hoja ni ambigüedad ninguna. Sin embargo, el tercer supuesto, es el más alegado, y certificarlo depende en la mayoría de los casos de cuánto se esté dispuesto a pagar por ello. Es éste el principal motivo por el que se investiga a las clínicas, pero la cuestión es, ¿hasta qué punto debe la Ley interponerse en la decisión de una mujer de tener o no un hijo?
En mi opinión, esa decisión es exclusivamente nuestra, de las mujeres, y nada ni nadie debería poder cambiarla.
Alguna que otra mente retrógrada y estancada en otro siglo compara el aborto con el asesinato de un ser, en concreto, humano. Bien, desde mi percepción de la vida, un ser humano ha de ser capaz de realizar las funciones vitales de forma autónoma e independiente, a parte de estar dotado de la capacidad de razonar. Un feto sin embargo, desde mi punto de vista, no es más que un ser parásito capaz de sobrevivir únicamente en el vientre materno alimentándose de ella, por lo que su clasificación como persona creo que es, cuanto menos, dudosa.
Tampoco defiendo la idea de tener que acatar con los errores cometidos. Efectivamente, muchas mujeres en la actualidad se quedan embarazadas sin quererlo, y aún después de conocer su estado, siguen sin querer estar embarazadas. El hecho de que conocieran y estuvieran informadas sobre los distintos métodos para evitar este tipo de accidentes, no es excusa para obligar a alguien a cargar durante toda su vida con ello. Tener un hijo en estas condiciones condena a su madre de por vida, y en algunos casos, también a él.
Por el contrario, deshacerse de él, tiene un precio, y claro, no todo el mundo puede pagarlo. Al final el pato lo pagan los de siempre, que, o tienen al niño porque no les queda otra, o lo que es peor, acuden a remedios caseros que casi siempre acaban en las urgencias de un hospital.
Creo que es labor de todos recapacitar un poco, y ver qué es más importante, si el nacimiento de un bebé a toda costa, o que cada niño que nazca lo haga en un seno familiar en el que vaya a recibir cariño y no reproches, y en el que los padres estén capacitados y dispuestos a criarlos, y no tengan que hacer esta labor los abuelos (que probablemente, de haber querido más hijos, los habrían tenido).
Creo por tanto que se nos debe reconocer la capacidad de decisión, puesto que somos las principales afectadas, y que todas debemos tener acceso a la opción de abortar, de una forma legal, con garantías, y llevada a cabo por especialistas.